Vicente Berrugillo llega a Madrid procedente de un pueblecito de Cáceres para ponerse a trabajar de asistenta. Pero en realidad no sabe hacer ninguna de las tareas propias del servicio doméstico: no sabe planchar, ni guisar, ni servir la mesa... ?un verdadero desastre de sirvienta! Pero lo peor no son sus pocas habilidades, sino las familias a las que va a servir: en la primera casa la señora resulta ser una fresca, en otra, el señorito utiliza todos sus encantos para retenerla.