ANTOLOGÍA DE LA FOTOGRAFÍA TAURINA, ( LI

La presente ANTOLOGÍA DE LA FOTOGRAFÍA TAURINA 1839-1939, existe gracias a aquellos fotógrafos que estuvieron en el lugar y sitio oportunos ara captar ese momento que hoy constituye la memoria gráfica de la Tauromaquia. Su sentido artístico, romántico y bohemio en el siglo XIX, más moderno pero aventurero en el XX, queda plasmado en los retratos e instantáneas que documentan publicaciones y enriquecen colecciones privadas y públicas.

Desde la mítica fecha de la invención de la fotografía en 1839, hasta los albores del tercer milenio, los aficionados unen el recuerdo de lo vivido en la plaza a las imágenes de cada momento. El valor histórico y documental de las fotografías aumenta al considerar el tiempo transcurrido, sobre todo para las generaciones que no pudieron contemplar in situ el acontecimiento. Por ello, las instantáneas más recientes reafirman la categoría del documento y deben servir de advertencia para quienes sólo ven en la fotografía retazos del pasado.

La fotografía taurina no cuenta con bibliografía específica, pero cada vez son más los libros elaborados por los propios reporteros gráficos. Como aquel álbum de Martín Santos Yubero sobre Manolete, la visión de El Cordobés de José María Lara, los anuarios de Botán, las imágenes de Robert Vavra, Maurice Berho, lnge Morath y Ramón Massats sobre los Sanfermines o la reciente de este último dedicada al toro y su entorno. Las referencias hemerográficas, por el contrario, son abundantisimas, ya que desde los primeros números de revistas como Sol y Sombra o Toros y Toreros se incluyeron comentarios históricos basados en la fotografía.

El Archivo Gráfico de la Editorial Espasa Calpe, los fondos de la Biblioteca Nacional y las colecciones conservadas en otras tantas instituciones públicas y privadas constituyen una base sólida para la recopilación de la historia gráfica taurina.

La fotografía, en su calidad de instantánea, capta el momento que ni siquiera el ojo humano perfecto por naturaleza es capaz de retener. La magia de la imagen es tan evidente que hoy podemos recrearnos con la lidia de Lagartijo, Frascuelo o Mazzantini. Pero, además, la fotografía es arte en si misma, en cuanto que el autor selecciona el punto de vista para crear su propia imagen. Es aquí donde el documento pierde la objetividad y ofrece los contenidos que corresponden a cualquier obra de arte, en nuestro caso el toreo.